Conectando con el pasado. Redes sociales en la prehistoria reciente
- Jiménez Puerto, Joaquín Rafael
- Joan Bernabeu Aubán Director
- Teresa Orozco Köhler Co-director
Universidade de defensa: Universitat de València
Fecha de defensa: 25 de maio de 2022
- Gabriel García Atienzar Presidente
- Oreto García Puchol Secretario/a
- António Carlos Neves de Valera Vogal
Tipo: Tese
Resumo
Las redes sociales virtuales han cambiado el modo de vida de la humanidad. Permiten interactuar con personas de todo el planeta o difundir noticias. Sin embargo, las redes sociales no son un invento contemporáneo. Desde los orígenes de la humanidad, las redes sociales constituyen el complejo entramado sobre el que se tejen las estructuras colectivas que conforman las sociedades humanas. Esta densa trama de relaciones, que comienza a ser tejida en círculos íntimos, tiene el potencial de crecer y extenderse hasta los confines más distantes. Las estructuras de toda sociedad humana se edifican sobre esta urdimbre relacional, independientemente de su grado de complejidad. Por ello el estudio de las redes sociales puede aportar datos reveladores en la aproximación a problemas estructurales, económicos, sociales o sanitarios. La ciencia de las redes proporciona un paradigma metodológico que permite la caracterización de estas estructuras sociales. Dentro de este paradigma existe una herramienta procedente del ámbito de las Ciencias Sociales llamada Análisis de Redes Sociales (ARS en adelante) (Reynoso, 2011), que será el sujeto de esta tesis. El estudio de las redes relacionales tejidas en épocas pasadas ha ido adquiriendo un interés creciente en el campo de la investigación de la Prehistoria (Knappett, 2011; Brughmans, 2013; Berg, 2014; Collar et al., 2015). La aplicación de una perspectiva de redes complejas a las investigaciones arqueológicas ha permitido avances significativos en el conocimiento de las dinámicas sociales desde el Paleolítico hasta la Edad Media (Collar, 2007; Sindbæk, 2007; Coward, 2010; Brughmans et al., 2015; Gjesfjeld, 2015; Bernabeu et al., 2017). Los métodos formales de redes y en concreto el ARS han sido aplicados con éxito a problemáticas arqueológicas diversas tales como el estudio de las interacciones vía marítima (Knappett et al., 2008), la difusión de ideas (Graham, 2006), la identificación de límites sociales y culturales (Welsch y Terrell, 1998) o el movimiento de personas y artefactos (Brughmans y Poblome, 2012; Bernabeu et al., 2017). A pesar de los diferentes enfoques que proponen estos trabajos, existe un acervo común a todos ellos: se centran en las relaciones entre las diferentes entidades y en los patrones emergentes de ellas. Estas relaciones permean todas las capas de las sociedades humanas influenciando las decisiones de los individuos, conformando el entramado sobre el que los objetos y la información fluye. En el enfoque de redes se incorpora a los estudios la complejidad de los sistemas reales y no es posible considerar a las entidades independientemente del todo, ni a la inversa (Brughmans, 2013). Así pues, la perspectiva de redes puede ser un elemento útil en el estudio de la articulación entre la capacidad de decisión individual (agencia) y el comportamiento colectivo (estructura) (Bentley y Maschner, 2003). De acuerdo a todos estos factores todas las aplicaciones de redes pretenden estudiar una serie de entidades interrelacionadas que forman un sistema complejo. Por este motivo la perspectiva de redes se antoja especialmente pertinente para analizar la complejidad social, que no es sino una estructura resultante de las relaciones entre los individuos que la conforman. La Arqueología ha puesto una especial atención al examen de la evolución de la complejidad social y la ha intentado caracterizar en base a una serie de indicadores materiales (Price y Feinman, 2010; Kohring et al., 2012; Swantek, 2017). Los estudios relativos a la evolución de la complejidad social se han centrado principalmente en los causantes del cambio, olvidando las variables que alimentan la resiliencia de un sistema. La resiliencia es la capacidad que tiene un sistema para mantener su estructura operativa a pesar de las alteraciones (Johnson et al., 2011). La Teoría de la Resiliencia (en adelante TR) proviene del campo de la Psicología y la Ecología (Holling, 1973; Garmezy, 1985) y en las últimas décadas ha proporcionado un marco conceptual a la Arqueología, para comprender la evolución de los Sistemas Complejos Adaptativos. La TR es un potente paradigma teórico que permite examinar las causas exógenas que afectan a un sistema (económicas, climáticas, etc), y las adaptaciones que se producen para compensarlas. En este contexto, el Modelo de los Ciclos Adaptativos se ha convertido en el elemento clave para abordar el análisis de los sistemas socio-económicos, desde la perspectiva de la TR (Folke, 2006; Walker et al., 2006) y su aplicación se ha extendido a todos los ámbitos, tanto geográficos como cronológicos. Este paradigma propone para toda sociedad la existencia de una serie de pulsos o ciclos. Cada una de estos ciclos está compuesto por fases de crecimiento, conservación, liberación y reorganización (Bradtmöller et al., 2017). Estos conceptos se han aplicado a escenarios arqueológicos diversos utilizando la evolución de los artefactos como marcador del grado de complejidad. Estos artefactos son una expresión cultural material y dado que en la disciplina arqueológica el interés se centra, casi de forma exclusiva, en las expresiones culturales, realizaremos la siguiente asunción, siguiendo postulados evolucionistas como axioma de partida para nuestro trabajo: en relación al ámbito cultural, consideraremos que toda la información que es susceptible de ser difundida será considerada como genotipo, mientras que los artefactos culturales y las conductas sociales serán el fenotipo. O expresado de otra manera las indicaciones que realiza un artesano del cobre a su aprendiz, serán el genotipo, mientras que el punzón de cobre resultado de plasmar estas instrucciones, será el fenotipo. Es importante señalar que la aplicación del modelo biológico al ámbito cultural no presupone un funcionamiento separado, ya que ambos aspectos (biológico y cultural) forman parte del mismo sistema individuo-población (García, 2013). En este punto, parece pertinente la aplicación de dinámicas no lineales, características de los Sistemas Complejos Adaptativos. En este trabajo se considerará que la cultura material arqueológica es el resultado de la evolución de una serie de características culturales, en un contexto cronológico y geográfico definido. Estas expresiones materiales de las sociedades prehistóricas estarán sujetas a procesos tales como la herencia, variación y reproducción diferencial. Se han seleccionado variantes culturales (artefactos arqueológicos diferenciadores), con el fin de crear grupos culturales razonables y susceptibles de ser cuantificados, de forma que se pueda observar el devenir de las variantes culturales en estudio. De este modo, podremos proponer y comprobar supuestos explicativos acerca del auge y caída de la presencia de dichos artefactos. El análisis de estos ciclos será un elemento clave en la interpretación de los motivos de la evolución cultural. Para ello se empleará el ARS con el fin de analizar e interpretar, bajo una nueva luz, los datos presentes en el registro arqueológico. El marco cronológico seleccionado vendrá establecido por el III milenio a.C., que es un periodo de profundas transformaciones en el continente europeo en la fachada Mediterránea de la Península ibérica. Este es el momento de la fijación definitiva de las comunidades al territorio y el contexto en el que se produjo la implantación de nuevos métodos para intensificar la producción. También es el momento del desarrollo de los resortes sociales que avalan la propiedad del objeto de trabajo de los que se derivaría un incremento de la complejidad social. En los siglos centrales del milenio tiene lugar la llegada a la península del fenómeno Campaniforme y la plena integración en los circuitos de intercambio de materias primas, que culminarán a finales del III milenio con la germinación de la cultura argárica. Tradicionalmente se ha apuntado a factores exógenos como detonantes de estas transformaciones, entre las que se encuentran supuestas migraciones de pueblos procedentes del Mediterráneo Oriental (Savory, 1968). Estas teorías vieron mermada su popularidad con la llegada del radiocarbono y la mayoría de los investigadores comenzaron a centrarse en las dinámicas sociales internas, postulando que durante el Calcolítico se produjo una intensificación económica, seguida de la aparición de asimetrías sociales, que se mantuvieron durante varios siglos (Harrison, 1985; Chapman et al., 1990; Castro et al., 1998; Gilman, 2001; Lull et al., 2011). Estas tendencias se habrían acentuado en el Sureste peninsular durante el Bronce Antiguo, mientras se daba un contexto de colapso en el resto de las áreas (Lillios et al., 2016). En los últimos años se han señalado una serie de causas externas de gran envergadura, como el evento climático 4.2K (Blanco-González et al., 2018; Kaniewski et al., 2018; Bini et al., 2019; Hinz et al., 2019; Park et al., 2019) o las migraciones de los pueblos Yamnaya, como desencadenantes de estos procesos. Sin embargo, los estudios paleoambientales y genéticos de amplio espectro habitualmente tienden a ignorar los indicios arqueológicos. Por otro lado, los estudios regionales no son adecuados para apreciar las dimensiones de los cambios que estos fenómenos provocan. En este sentido, la aplicación de una perspectiva de redes, con su análisis multiescalar, podría proporcionar una aproximación novedosa. Las comunidades peninsulares de finales del IV milenio a.C. desarrollaban una economía mixta. No obstante, los indicadores arqueológicos apuntan a la existencia de una gran diversidad de trayectorias culturales como respuesta a condicionantes medioambientales diferentes. En el Sureste peninsular las comunidades del Neolítico Final-Calcolítico son más visibles en el registro arqueológico (Lull et al., 2011, 2013; Aranda-Jiménez, 2015). La riqueza de las manifestaciones funerarias y la existencia de estructuras monumentales en algunos poblados, han llevado a algunos investigadores a postular la existencia de sociedades proto-estatales en el ámbito de Los Millares o posteriormente en el El Argar (Castro et al., 2006; López-Padilla, 2006; Lull et al. ,2011). Existe cierto debate en torno a esta problemática y otros investigadores afirman que estas entidades políticas fueron efímeras y en ningún caso superaron el umbral del cacicazgo (Díaz-del-Río 2004; Bernabeu et al. 2006; Cruz et al., 2013). También existe discusión acerca de la temporalidad de la ocupación, de la funcionalidad de los poblados, del cariz de la especialización en la elaboración de artesanías de cobre, cerámica o artefactos líticos y del impacto social y simbólico de los intercambios a larga distancia (Bernabeu et al., 2006; Garcia-Sanjuan, 2006; López-Padilla, 2006; Chapman, 2008). El fenómeno Campaniforme lleva asociada una problemática cronológica, relacionada con los altos márgenes de error existentes en la curva de calibración para esas fechas. Las series radiocarbónicas existentes han permitido acotar esta fase en el marco ibérico, pero no son suficientes para conocer su desarrollo socioeconómico, ya que la mayoría de dataciones proceden de contextos funerarios y aquellos que son de hábitat poseen pocos elementos de diagnóstico significativos para su atribución (Ríos et al., 2011). La entrada en escena de la cerámica Campaniforme en el Sureste se estima entre ca. 4550-4400 y 4000-3900 cal BP (Molina et al., 2004). En este ámbito geográfico este momento se asocia con la desarticulación de los grandes poblados millarenses, que son sustituidos por pequeños hábitats aglomerados de cabañas exentas. Este fenómeno de cambio en el patrón de asentamiento se ha relacionado con la desintegración de la sociedad, que habría sucedido antes de la aparición de la cultura argárica (Lull et al., 2010). Como recientemente se ha puesto de manifiesto, esta sucesión de intensas transformaciones se observa en muchos poblados del Sureste, cuya fase campaniforme da paso a niveles claramente argáricos (Jover y García-Atienzar, 2014) y desemboca en un proceso de jerarquización creciente a inicios del Bronce Antiguo (Ramos-Millán, 2004). Los cambios culturales más dramáticos se observan a finales del III milenio a.C., en los albores de la Edad del Bronce, con una variabilidad significativa en los diferentes contextos culturales peninsulares (Lillios et al., 2016). En el Noroeste peninsular se observa el abandono de los poblados monumentales y la aparición de poblados en altura vinculados a la ganadería (Bettencourt, 2003; Parcero-Oubiña y Criado-Boado, 2013). Simultáneamente en el Suroeste, la mayoría de poblados son abandonados y se crean nuevos (Lillios, 1993; Gamito, 2003; Hurtado et al., 2011), mientras que en la Mancha aparece la cultura de las Motillas (Gilman et al. 1997; de Lugo y Moreno 2015), articulada alrededor de los recursos hídricos. En el ámbito geográfico del Sureste muchos poblados son abandonados y aparecen poblados ex novo en altura o en terrazas de fácil defensa (López-Padilla, 2006; Lull et al., 2013; Jover y García-Atienzar, 2014). Asimismo, parece ser también un momento de contracción de las redes de interacción que habrían quedado limitadas a conexiones más locales (Lillios et al., 2016), con la consecuencia de una mayor fragmentación cultural. Recientemente las teorías difusionistas han vuelto a cobrar protagonismo debido a los estudios genéticos realizados que apuntan a la llegada de nuevos grupos genéticos, que habrían sustituido progresivamente los linajes masculinos presentes en la península hasta el momento de su llegada (Olalde et al., 2019). Aunque sus conclusiones son polémicas, es evidente que los factores externos también deben ser tenidos en cuenta a la hora de intentar explicar las dinámicas sociales. Además, recientes estudios medioambientales realizados en la península ponen de manifiesto la existencia de un evento climático adverso en torno al 4.2K (Blanco-González et al., 2018; Bini et al., 2019; Hinz et al., 2019), que se observa también en la degradación edáfica de muchos suelos debido a las actividades antrópicas (Castro et al., 1999; Aranda-Jiménez, 2015). El objetivo de esta tesis es analizar la dinámica evolutiva del III milenio sensu lato, en el este de la Península Ibérica utilizando una herramienta metodológica relativamente novedosa en el campo de la Arqueología, y en especial, en el marco de la Arqueología peninsular: el Análisis de Redes Sociales. Esta investigación propone el empleo de una aproximación basada en los Sistemas Complejos Adaptativos con el fin de valorar si la Prehistoria Reciente puede comprenderse como una sucesión de ciclos de auge y caída, que respondan a las siguientes cuestiones: • Caracterización e identificación de los ciclos adaptativos, determinación de la dinámica evolutiva y adecuación a la propuesta que se ha realizado desde la TR (Bradtmöller et al., 2017; Grimm et al., 2017), en cuanto a las fases que las componen: auge, estabilidad, renovación y transformación. • Estudio de la circulación y propagación de la información en la Prehistoria Reciente mediante el ARS, a diferentes escalas de análisis (macro, micro e intermedio). Con este fin, se analizarán métricas que proporcionen datos cuantitativos acerca de la robustez-cohesión de la red y de la eficiencia con que fluye la información por la red. Además, se realizará la identificación de periodos de homogeneización-regionalización identificables a través del registro arqueológico, así como la evolución diacrónica en los diversos ámbitos geográficos. Para ello se trabajará sobre dos tipos de artefactos cuya distribución tiene que ver con la difusión de ideas: • Puntas líticas: las materias primas para elaborarlas son de fácil acceso para todas las comunidades y su confección está vinculada a la adquisición de una serie de habilidades técnicas (innovaciones), que circularían por las redes sociales amplias. • Cerámica con decoraciones Campaniformes: como muchos estudios ponen de manifiesto su producción es local (Bernabeu, 1984; Bernabeu y Martí, 1992; Juan-Cabanilles, 2005), está vinculada al mundo simbólico de las élites locales emergentes y por extensión con las redes sociales que conectarían a los grupos dirigentes. • Análisis de las redes de intercambio de artefactos mediante el ARS, mediante la caracterización de redes. Con este fin se trabajará sobre el conjunto de ítems de mayor circulación por las redes de intercambio del periodo: o Artefactos metálicos (cobre principalmente): los artefactos de cobre gozan de una gran difusión por todas las regiones, pero su elaboración está vinculado únicamente al ámbito del Sureste, rico en recursos cupríferos. Por este motivo, lo que se desplazaría son los artefactos y las personas que los transportan, por lo que su análisis puede ser indicativo de la trayectoria seguida por las redes de intercambios Calcolíticas. • Evolución de la demografía y la dinámica poblacional, así como su relación con las dinámicas estructurales señaladas por el ARS. • Identificación de los posibles factores determinantes como la situación medioambiental, la introducción de innovaciones (metal, productos derivados). Para ello se ha llevado a cabo una extensiva labor bibliográfica relativa al área de estudio. En el desempeño de esta labor se ha recogido 2909 registros para la base de datos de C14. Además, se han creado dos bases de datos ad hoc: una base de datos de cultura material, que contiene los artefactos considerados más relevantes, y que están presentes en los más de 1140 niveles arqueológicos (con 200 campos para cada uno) procesados para el área de estudio, y se ha creado otra base de datos para registrar las decoraciones de los vasos campaniformes, con información individualizada de cada vaso (Apéndice G). El marco espacial y temporal en el que se ha desarrollado este trabajo está definido por el paréntesis 5300-3800 cal BP, en las cuencas hidrográficas del Júcar, Guadalope-Cérvol, Segura y Almanzora-Andarax. Para abordarlo se ha empleado la perspectiva de los Sistemas Complejos Adaptativos y en especial de las Redes Complejas.