Geolingüística de especies leñosas de la península ibérica. Implicaciones en biogeografía histórica y paleoecología
- José Sebastián Carrión García Director/a
- Juan Luis Román del Cerro Director
- Fernández Jimenez Santiago Director/a
Universidad de defensa: Universidad de Murcia
Fecha de defensa: 30 de octubre de 2008
- Rosa María Ros Espín Presidente/a
- Graciela Gil Romera Secretario/a
- Fernando Ojeda Copete Vocal
- Penélope González Sampériz Vocal
- Celia Chaín Navarro Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
RESUMEN Este trabajo surge de una antigua vocación personal por las plantas, sus nombres y su localización. Es también el resultado de una sinergia, espero que exitosa, entre el que suscribe y sus tres directores: un botánico de campo, un paleoecólogo y un geolinguista. Sinergia que ha dado lugar a un manuscrito que pretendía ser original en el planteamiento y, sobre todo, abrir nuevas avenidas de investigación en la resbaladiza frontera que existe entre las ciencias sociales (en un sentido muy amplio) y las ciencias de la naturaleza. Desde una perspectiva disciplinar, el estudio de los nombres de lugar o toponimia constituye una parte de la onomástica o ciencia de los nombres propios (Camproux 1971, Baylon & Fabre1991). Muchos historiadores antiguos han tratado de explicar el significado de dichos nombres, como hizo San Isidoro de Sevilla en sus magníficas Etimologías; sin embargo, su estudio científico y objetivo es muy reciente, en torno a 1870 (d¿Arbois de Jubanville 1890). Los estudios toponímicos han tenido desde su inicio una estrecha relación con las ciencias históricas o geográficas, ya que la toponimia permite, por ejemplo, conocer los sistemas de aguas, o de riego, sus variedades y densidad, posibilitando entre otros aspectos, la comparación entre un estado hidronímico antiguo con otros posteriores (Baylon & Fabre 1991). Por otro lado, la microtoponimia es capaz de descubrir sistemas difícilmente abordables. Así, el estudio de un nombre de origen galo como combe, gracias a las variedades de empleo sintagmático, puede darnos una idea muy aproximada de la naturaleza del territorio, salvaje/humanizado, (Camproux 1971); también es capaz de crear un mapa de la red de comunicación en diversas épocas históricas (Rostaing 1965). La toponimia y la microtoponimia permiten, pues, estudiar el trazo que dejaron las diversas culturas. Resulta igualmente evidente la íntima relación que ha tenido la toponimia con las ciencias sociales, en particular con la etiología o las causas que crean un topónimo y no otro, debido por ejemplo a un sistema feudal o a una invasión, o por lenguas en contacto. Es muy diverso, pues, el abanico de posibilidades de interacción disciplinar que ofrecen los estudios toponímicos. Por todo lo anterior, se ha considerado de interés epistemológico ampliar esta convergencia científica, realizando un cruce de los datos de distribución actual con la fitotoponimia, es decir, confrontando la ciencia botánica con la onomasiología. Hasta donde alcanza nuestro conocimiento de los antecedentes, se estima que ésta es la primera vez que tal método se aplica en gran escala a toda la Península Ibérica y no tenemos noticia de su empleo en escalas mayores. La escasa información fitotopónimica existente hoy día (Navaza 2006, Sanz Elorza & González Bernardo 2006) se debe más a una cuestión de problemática de trabajo que, hasta fechas recientes, impedían los estudios abarcando un amplio territorio, que a la potencial información que a todas luces ofrece y puede extraerse del estudio de la toponimia de origen vegetal. Pero, hasta el último lustro del siglo XX para Portugal y principios del XXI para España, no existían bases de datos georeferenciadas que pudiesen permitir realizar trabajos a escala peninsular, asícomo tampoco programas informáticos con la suficiente capacidad para poder manejar con eficacia dicha información. Es por ello que la escueta documentación fitotoponímica disponible suele hacer referencia a trabajos comarcales (Villar 2005a, 2005b), provinciales (Rosselló 2001, Ezquerra & Gil 2004, García Latorre & García Latorre 2007) o, como mucho, regionales (Manuel Valdés & Gil 2002, Navaza 2006, Morala 2007), por lo que la presente tesis representa una primicia a escala ibérica que podrá ser mejora, según se incrementen los registros toponímicos de dichas bases de datos. La regresión del área de distribución de algunas especies de plantas en la Península Ibérica se presenta en la fitotoponima como un hecho obvio, asociado a procesos sobre todo debidos a la acción antrópica de los últimos siglos, aunque también se dan casos en que la geolingüística puede detectar procesos de desaparición con alcances superiores al milenio. Para el resto de casos, la toponimia botánica detecta desapariciones vegetales que no irían mas allá de un milenio, justo cuando comienzan a generarse las lenguas romances actualmente habladas en Iberia (Zamora Vicente 1960). En muchas ocasiones, este intervalo temporal sería incluso menor, ya que se establece como límite cronológico el proceso de conquista militar sobre del territorio de Al-Andalus por los reinos cristianos que hablaban dichas lenguas (en algunos casos concluyó en el siglo XV), por lo que las deleciones de vegetación detectadas mediante presencia de fitotoponimia romance fuera de área de distribución habrían sido posteriores a dicho proceso. Cuando la toponimia de origen vegetal está representada por vocablos pertenecientes a lenguas no romances, su penetración en el tiempo puede ser superior a los dos milenios para paleofitotopónimos de origen latino (como Betula), e incluso alcanzar el Holoceno medio para laslenguas preindoeuropeas (Román 1993) que se hablaban en Iberia antes de la llegada de los romanos (lexemas como Urqui- o Zume-). Para estos casos, la toponimia estaría detectando la presencia de los taxones en las zonas donde se emplazan dichas lenguas pero, además, en el caso de que dichos fitotopónimos estén emplazados en un lugar fuera del área de distribución actual del taxón, como es el caso de varios registros para Urqui- (abedul), donde pueden estar detectándose cambios climáticos en dichos lugares que, al tratarse de especies mesófilas, estarían corroborando los procesos de aridificación progresiva que indican otras disciplinas científicas en los últimos 5000 años BP en zonas de clima mediterráneo. Por otro lado, como argumentos más críticos para hacer notar la inoperancia de la toponimia, en general, y de la fitotoponimia en particular, estaría el hecho de que a veces los geovocablos utilizados como sustrato de trabajo pueden presentar polisemia o tener un origen confuso. Para solventar los problemas anteriores esta tesis pretende realizar un estudio comparativo entre la fitotoponimia y los estudios paleobotánicos (antracológicos y palinológicos) e historiográficos, haciendo especial énfasis en los fitotopónimos que aparecen fuera del área de distribución actual del taxón al que representan, pues cuando coincide la superficie que hoy día ocupa éste y la toponimia que a él se refiere es obvia dicha relación y la información a obtener de dicho contexto es mínima. Además, respecto a la polisemia, se ha procedido a filtrar descartando todos los vocablos que, en principio, pudiesen generarla. Finalmente, esta tesis pretende también abrir el camino a una nueva metodología de trabajo que permita, utilizando bases de datos georeferenciadas que contengan más información, observar tendencias de la vegetación mediante el análisis comparativo entre fitotoponimia, historia y datos paleobotánicos. Por todo ello, pensamos que, sin haber alcanzado su techo metodológico, el análisis fitotoponímico en un marco comparativo respecto a la paleobotánica e historia, proporciona una plataforma adecuada para establecer modelos histórico-contigentes de los sucesos acaecidos hasta llegar a la vegetación actual.