Clima y medicina el el Alicante del siglo XVIII. Amenazas medioambientales, vulnerabilidad social y estrategias de resistencia
- BUENO VERGARA, EDUARDO
- Enrique Perdiguero Gil Codirector
- Armando Alberola-Romá Codirector
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 19 de noviembre de 2014
- Rosa Ballester Añón Presidenta
- Cayetano Mas Galvañ Secretario
- María Luz López Terrada Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
En el marco de un ámbito geográfico determinado, la ciudad de Alicante y su término, y un espacio cronológico concreto, el siglo XVIII, la presente Tesis doctoral plantea cómo fue el clima en el pasado, qué influencia tuvo en las enfermedades sufridas por los contemporáneos, cuáles fueron padecidas con mayor asiduidad, y cómo se organizó la lucha para combatirlas, tanto desde el punto de vista preventivo como asistencial. Esto ha sido posible, principalmente (aunque no sólo), a través del estudio de la documentación municipal. En lo climático, mediante el uso de las rogativas pro pluvia como proxy data, se aprecia una primera etapa jalonada de sequías de poca gravedad y corta duración, aproximadamente hasta 1760. En las cuatro últimas décadas del siglo, sin embargo, asistimos a un incremento de los episodios de escasez hídrica y un aumento de su gravedad, coincidiendo el en tiempo con la llamada anomalía climática Maldá, identificada en el Mediterráneo occidental. Además, gracias al estudio de la evolución de las cosechas de vid, se ha constatado la influencia climática sobre el volumen de la producción, lo que permite, a su vez, proponer una nueva herramienta de interpretación fenológica, relacionando los rendimientos más pobres con la escasez de agua y la inestabilidad atmosférica, sin olvidar los dañinos efectos provocados por las inundaciones. Las enfermedades que más incidencia tuvieron en el siglo XVIII alicantino fueron las llamadas fiebres y fiebres tercianas, identificadas habitualmente con la malaria. Las fiebres constituían un mal endémico, pero los resultados indican una cierta correlación entre la abundancia de lluvias y una mayor extensión de los brotes, a pesar de que es necesario ampliar estas investigaciones. En general, los niveles de mortalidad provocados fueron pequeños aunque, en no pocas ocasiones, el número de contagiados fue elevado. La labor preventiva fue importante, tratando de identificar los focos de insalubridad tanto dentro como fuera del núcleo urbano. Para ello, la ciudad contaba con oficiales municipales, aunque también religiosos y los propios vecinos informaban a las autoridades de estos potenciales peligros. Problemas como el funcionamiento de los servicios básicos, las actividades consideradas perjudiciales y el control alimentario, fueron las prioridades. Mención aparte merece el conocido como resguardo de la salud, que consistía en un entramado administrativo cuyo objetivo era evitar que la peste entrase en la ciudad a través del comercio marítimo, para lo cual eran inspeccionadas las materias transportadas por los barcos que llegaban a la rada alicantina. No menos importante fue la asistencia sanitaria. El Ayuntamiento contrataba a médicos, cirujanos, matronas y amas de cría para que asistieran a la población sin recursos, que era la mayoría. Por su parte, también fue significativa la actividad llevada a cabo por las órdenes religiosas, y por aquellos otros sanitarios ubicados en la penumbra médica. Si bien la mayor parte de la asistencia se prestaba en el domicilio del enfermo, también existía una serie de instituciones a las que éstos podían ser trasladados para recibir cuidados. A través del estudio de estos centros, se pone de relieve la evolución que experimentaron estas instituciones, desde las casas de refugio hasta los hospitales medicalizados.