El tratamiento del personaje histórico en la literatura del romanticismoreyes, impostores y revolucionarios

  1. CATALÁN ROMERO, NOEMI
Dirigida por:
  1. Enrique Rubio Cremades Director

Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante

Fecha de defensa: 12 de enero de 2016

Tribunal:
  1. Francisco Javier Díez de Revenga Torres Presidente/a
  2. José María Ferri Coll Secretario
  3. Ana Luisa Baquero Escudero Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 400635 DIALNET lock_openRUA editor

Resumen

En la segunda mitad del siglo XIX nace el Estado Liberal impulsado por la burguesía. Ante la necesidad de legitimar la nueva situación política, se acude a la tradición, para buscar lo que hay de imperecedero en la nación, en un intento por definirla. En este sentido, Historia y Literatura juegan un papel esencial en la búsqueda de la identidad nacional. La historiografía se convierte en disciplina, y la novela histórica, en auxiliar de la misma. El nacionalismo, hermanado con el Romanticismo y su espíritu del pueblo, invaden los rincones de la páginas de novelas y dramas. Los románticos tornaron sus ojos hacia la Edad Media, rescatando algunas de sus instituciones, tales como las cortes y los fueros. Además, acudieron a la Edad Moderna, periodo en el que nacen las monarquías nacionales. Debido a la existencia de un romanticismo político, la elección del personaje histórico no resultaba baladí. Así es como hallamos toda una pléyade de personajes históricos que resultaban atractivos tanto por sus rasgos personales como por sus valores ideológicos. Entre ellos, y ya que el siglo XIX identificó el Estado con la Corona, hubo una gran profusión de reyes, tales como los tratados en este estudio. Por otro lado, debido a que el pueblo se convertía en agente principal del devenir histórico, aparecían una serie de representantes del mismo, tales como los revolucionarios, convertidos algunos en auténticos mitos, como es el caso de los comuneros. Por otro lado. individuos tales marginales, proscritos, y que además jugaban con la identidad, resultaban llamativos, este es el caso de los impostores, suplantadores de monarcas tratados aquí. En este estudio se hace un recorrido de estos personajes en su doble vertiente histórico-literaria, desde las crónicas, hasta el Romancero, pasando por el teatro del Siglo de Oro, el Neoclasicismo, para culminar en el Romanticismo. Solamente de esta manera podemos comprobar el tratamiento particular que le da aquél y que es objeto de nuestra tesis. En este viaje, la suerte que corren nuestros personajes es dispar. La aparición de reyes en la literatura es mucho más extensa. Desde las crónicas, en las que se comenzó ya un proceso de fabulación hasta el romancero, que aireó sus triunfos. El teatro de Lope de Vega, los trató positivamente, convirtiéndoles en galanes o deux machina. Para el siglo XVIII fueron ejemplo. Y el romanticismo los humanizó, rescatando sus facetas más personales. Los reyes aquí tratados, Pedro el Cruel, Felipe II, Urraca de Castilla, Ramiro el Monje, el rey Rodrigo, destacaron cada uno por unos rasgos determinados; por sus personalidades especiales, por convertirse en transmisores ideológicos, como Pedro el Cruel o por contribuir a cimentar la identidad nacional, como el rey Rodrigo. Los impostores, debido a que sus biografías permanecían casi en el anonimato, tuvieron una trayectoria más limitada, además se trataban de suplantadores del rey, tales como Gabriel de Espinosa. El teatro del Siglo de Oro los castigó aunque banalizó sus delitos. Para el romanticismo supusieron toda una cantera de inspiración, por sus vidas al margen de la ley, por sus personalidades, porque fomentaban movimientos milenaristas o un nacionalismo místico como Gabriel de Espinosa. Los hemos tratado en novelas históricas, dramas románticos, romances y novelas folletinescas, llegando a la conclusión de que suelen ocupar puestos secundarios, salvo en el teatro romántico, donde debido a que ocupan mayor protagonismo, adquieren los rasgos propios del héroe romántico. En las novelas folletinesca se muestra una imagen estereotipada de los mismos, convertidos en auténticas armas ideológicas.