Comunidad, naturaleza y cultura análisis de las relaciones entre las políticas ambientales y la bioculturalidad en la selva lacandona(caso lacanja chansayab)
- Céspedes Ochoa, Elizabeth
- Alain Basail Rodríguez Codirector/a
- María Dolores Vargas Llovera Codirectora
Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 08 de julio de 2016
- Jan Rus Iii Presidente/a
- María Dolores Vargas Llovera Secretaria
- Alain Basail Rodríguez Vocal
- José Miguel Santacreu Soler Vocal
- Antonio Saldivar Moreno Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Este estudio se enfoca en el caso de Lacanja Chansayab que es uno de los cinco territorios que forman parte de la llamada Comunidad Lacandona en la selva de Chiapas, en la que las políticas ambientales se enfrentan a condiciones históricas, culturales y estructurales específicas y, una bioculturalidad construida en base a una racionalidad ecológica de subsistencia y de conservación propia. Lacanja Chansayab es una comunidad con una ubicación estratégica en la selva lacandona, cuenta con una amplia biodiversidady,con un sistema social que refleja su cultura en la interacción hombre-naturaleza en la cotidianidad social, económica y ambiental. Sus habitantes hacen uso de la vasta variedad de recursos naturales de la selva para satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia como la alimentación, paralelas con las formas de manejo y administración y reproducción de sus recursos naturales, lo que les ha permitido desarrollar un aprovechamiento más equilibrado de sus zonas ecológicas (March,1998) y, sustentable, en el sentido de procurar que su peculiar forma y medios de vida no generen un impacto negativo en los recursos naturales, biodiversidad y paisaje. Lo anterior refleja lazos entre la diversidad biológica y las prácticas culturales, acordes a sus sistemas bióticos y culturales, hasta propiciar una interdependencia entre ellas, construyendo una bioculturalidad propia, ante condiciones exógenas globalizadoras que pueden amenazar con alterar sus procesos y formas de vida. Las políticas ambientales en México intentan plasmar un sentido de sustentabilidad en su concepción de acciones en las dimensiones social, económica, ecológica y política; sin embargo, su aplicación tiene vacíos al pretender la búsqueda de un equilibrio con políticas que dejan en el olvido las características bioculturales de las poblaciones como Lacanja Chansayab. Ello puede generar conflictos en el afán de transformar, mutar o adaptar las formas de interacción entre la población y la naturaleza, generando costos sociales y ecológicos que pueden llegar a ser percibidos como amenazas para la cultura y las formas de vida de la población de Lacanja Chansayab y violaciones de derechos sociales, económicos, culturales y ambientales. Los conflictos y formas de resistencias se expresan de diferentes maneras, y los límites se hacen necesarios ante las posibles consecuencias sociales y ecológicas de las divergencias entre otros grupos sociales que responden a otras racionalidades ecológicas, con concepciones de beneficios confrontadas y, tendientes a tensionar o hasta romper con esquemas o patrones de vida de una población. La racionalidad ecológica tiene significados que van más allá del establecimiento de normatividades y de acciones que pretendan impulsar el bienestar de una población, o la búsqueda de un equilibrio con tendencia hacia la sustentabilidad de un determinado territorio. La coexistencia de distintas racionalidades ecológicas encarnadas en diversos actores genera conflictos y resistencias en el territorio. Por una parte, se constata una racionalidad ecológica que emana de un Estado capitalista, en el que los intereses están en función de beneficios económicos, que deparan en discursos de aparentes beneficios sociales y ambientales alcanzables a través de la sustentabilidad. Sin embargo, sus políticas ambientales generalmente reflejan como eje de interés, los sistemas de producción y la aplicación de sistemas de control en el uso y manejo de recursos naturales, humanos y financieros, que favorecen habitualmente a intereses económicos exógenos difiriendo de las perspectivas de poblaciones enraizadas con sus entornos naturales. Por otro lado, las lógicas de poblaciones indígenas que articulan conceptos, normas y valores culturalmente significativos, en los que la racionalidad ecológica se dimensiona en sus prácticas sociales, dando sentido a reglas, medios y fines socialmente construidos. En este ámbito se manifiesta la existencia de realidades específicas que emanan de los sistemas culturales, sociales y económicos de las poblaciones, enmarcados por sus condiciones históricas y geográficas. El gobierno federal a través de los Artículo 27 fracción VII y al Artículo 15 fracción XII de la Ley General de Equilibro Ecológico y de la Protección del Medio Ambiente de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a manera de armonizar las relaciones con los pueblos indígenas, reconoce los derechos de los pueblos sobre la tierra y la importancia de su inclusión en la formulación y conducción de la política ambiental, para la protección, preservación, uso y aprovechamiento sustentable de los recursos naturales y la salvaguarda y uso de la biodiversidad. Aunque estos aspectos parecen claramente definidos en estas leyes, la realidad resulta compleja, pues existe una maraña de conflictos y resistencias entre las mismas comunidades indígenas y agentes externos, como organizaciones no gubernamentales, instituciones de gobierno, y organismos empresariales. Debido a lo anterior, en esta tesis discutimos ¿cómo se han articulado las políticas ambientales del Estado mexicano y la dimensión bioculturalpara el desarrollo social en Lacanja Chansayab? Esta problemática está inmersa en un contexto social, económico y ecológico, que podría llevar a las políticas ambientales a replantear sus estrategias y cuestionarse los efectos derivados de la acción de los actores exógenos en la conservación y manejo de recursos naturales y, en las formas de vida de la población de Lacanja Chansayab. Pone en evidencia la diversidad de necesidades sociales y ecológicas y la complejidad de las interacciones hombre-naturaleza en las formas de vida de una población, por lo que podemos plantear la siguiente hipótesis empírica de este estudio: La articulación de las acciones estratégicas de política ambiental con la bioculturalidad que caracteriza el uso y manejo de recursos naturales en Lacanja Chansayab, permite constatar un desarrollo abigarrante definido por: una visión colectiva de racionalidad ecológica local, la ajena posición de las políticas públicas en términos de los sistemas bioculturales locales, las formas de organización comunitaria en resistencia y el mal manejo de conflictos relativos al acceso y apropiación de naturaleza. Esta hipótesis permite poner en discusión las formas de vida de la población y las políticas del Estado mexicano para evitar la sobreexplotación de los recursos naturales y el deterioro de los mismos, refiriéndonos con ello, a la conducta humana en su interacción con sus ecosistemas y, los conflictos generados por los vaivenes de las disposiciones de agentes externos en materia de recursos naturales ante una organización social comunitaria. Para comprender lo anterior, resulta clave el concepto de Bioculturalidad, el cual es entendido con base al planteamiento de Edgar Morín, sobre cómo el hombre debe comprenderse a través de las interrelaciones existentes entre cuatro sistemas principales: “…el sistema genético, el cerebro, el sistema sociocultural y el ecosistema en su carácter local de nicho ecológico y en su carácter global de medio ambiente” (Morín, 1973:228). Ante lo que podemos considerar que la complejidad de la articulación de las acciones estratégicas de política ambiental del Estado mexicano con la bioculturalidad de la población de Lacanja Chansayab debe comprenderse a partir del comportamiento humano de los individuos, sus conocimientos y saberes trasmitidos socioculturalmente y por la experiencia individual al interactuar con sus ecosistemas, es una interacción entre componentes biológicos y culturales, es decir, la bioculturalidad enmarca las formas de acceso y apropiación de los recursos naturales. Por lo que ésta tesis tiene como objetivo central, analizar las formas de articulación de las políticas ambientales del Estado mexicano con la dimensión biocultural del desarrollo social en Lacanja Chansayab, una de las subcomunidades lacandonas de la selva de Chiapas. ENTRE TEORÍAS Y CONCEPTOS: LA CONCIENCIA AMBIENTALISTA Los cambios desencadenados por la industrialización estuvieron acompañados de una serie de problemas económicos sociales y ambientales que se tornaron en preocupación por el medio ambiente, la conservación, la relación hombre-naturaleza, y el desarrollo, lo cual ha sido tema de discusión y critica al modelo de desarrollo capitalista dando la pauta a teorías y conceptos que ya no pueden quedar al calce. En esta tesitura planteamos la siguiente proposición teórica que guía esta investigación: La cultura y las racionalidades ecológicas locales expresan los valores intrínsecos en el uso y manejo de recursos naturales y las relaciones simbióticas basadas en su territorialidad y bioculturalidad dando forma a una sociedad ecológica, sacudida y contrariada por lógicas avasallantes de los procesos globalizadores y de gobiernos neoliberales, que tensan y abigarran sus formas y medios de vida. Esta hipótesis considera una relación simbiótica en las políticas de desarrollo que considera la colaboración de los actores locales (Comunidad) y actores externos (Instituciones gubernamentales y no gubernamentales) de forma tal, que el involucramiento permita poner en relevancia la bioculturalidad prevaleciente en la forma y medios de vida comunitarios, definidos en torno a la cultura y el entorno natural. Los conflictos y complejidades se harán presentes dadas las formas de relaciones simbióticas, en términos de los beneficios que los actores busquen obtener, el acceso al territorio y el dominio en el uso y manejo de recursos y las transformaciones en las formas y medios de vida. Partiendo de la noción de desarrollo que ha sido ampliamente usada en términos economicistas para hacer referencia al crecimiento económico, asociando el mejoramiento en los niveles de vida o en las condiciones de bienestar de la población a través de la incorporación y transformaciones de las sociedades tradicionales a economías de mercado (Viola, 2004:9), se debe considerar que con ello, de una u otra forma, se concibe un modelo de sociedad deseable universalmente. Sin embargo, las realidades generalmente se reducen a indicadores cuantificables, que pretenden darle validez a una cultura racionalista occidental, pretendiendo mostrar paternalmente los caminos correctos. Es decir,que se asume que existen sociedades que no tienen la capacidad para construir las formas y medios de vida considerados como deseables, por lo que se requiere la intervención de actores exógenos para dicha construcción, convenientemente para las sociedades capitalistas. Los discursos del desarrollo han tendido a ser utilizados como instrumentos hegemónicos para legitimar formas de dependencia, y justificar la depredación de los recursos naturales apuntando a que “los pueblos pobres podrán disfrutar algún día de las formas de vida de los pueblos ricos” (Furtado, 1975:410), en estos términos, los sistemas de producción y el acceso a bienes y servicios son los puntos de comparación entre los pueblos, pero no necesariamente las prioridades de los tendrían que ser las mismas. Si nos referimos a la palabra desarrollo en el sentido de las personas, se le define en términos de su “progreso, bienestar, modernización, crecimiento económico, social, cultural y político” (Gudynas, 2011:413), y aun en este sentido, permanece la referencia hegemónica como punto de comparación, y estableciendo la categorización de lo desarrollado y lo subdesarrollado, asumiendo al subdesarrollo como producto del desarrollo y resultado de la postura colonizadora y los cambios generados en los sistemas de producción por la creciente industrialización que ampliaba las desigualdades sociales, económicas y culturales entre los pueblos. Estas desigualdades dejan a la vista la capacidad local de las comunidades para utilizar los recursos naturales y humanos existentes en su territorio y dar respuesta a los desafíos capitalistas, algunas comunidades intentaron seguir el paso que dictaba este proceso, en tanto que otras consideraron esos desafíos como amenazas para sus formas de vida locales. El territorio de las comunidades no debe ser contemplado como un espacio proveedor de recursos, sino como un “entramado de intereses de todo tipo, de una comunidad territorial, lo que permite percibirlo como un agente de desarrollo, siempre que sea posible mantener y desarrollar la integridad y los intereses territoriales en los procesos de crecimiento y cambio estructural” (Vázquez, 2007:188), lo que implica tomar en cuenta el contexto de las comunidades que han dado forma a su cultura, identidad e intereses comunes de la sociedad que constituyen y crean un imaginario del desarrollo conforme su propia construcción social, histórica y cultural, y como un producto imaginario que puede ser modificado. Es decir, las comunidades deben considerarse en función de sus formas dinámicas de interacción al interior y en términos de sus relaciones sociales con otras comunidades y otros actores, lo que puede llegar a conducir a contradicciones y a enfrentar conflictos en sus formas de organización interna. Por lo que la comunidad no debe entenderse como una entidad ideal, si no por el contrario es un espacio donde se manifiestan relaciones de poder, en las que se deben de analizar las formas en que se confrontan, luchan y dirimen lo identitario, lo social, cultural y lo político. Siendo también innegable que las formas de vida de las comunidades giran en torno a los recursos disponibles, construyendo relaciones con el medioambiente que lidian con desafíos y tensiones impuestas por la expansión capitalista, a lo que responden con sus capacidades creativas de regeneración de recursos naturales, haciéndose de destrezas y medios de vida que han resuelto sus necesidades. Sin embargo, estas necesidades se redefinen en la percepción y práctica dadas sus interacciones con actores externos, supeditadas a los valores y la significación cultural. Ante lo que podemos afirmar que existe un legado cultural de las comunidades y racionalidades indígenas en las que las nociones de territorio y naturaleza están basadas en un espacio culturalmente dimensionado y, se encuentran estrechamente relacionados, signados además por valores y significaciones de los recursos naturales sobre las que se gestan formas de vida y organización social, que pueden considerarse propuestas políticas. Los patrones culturales pueden ser influenciados en la medida que las condiciones de su entorno cambien y consideren necesario modificar los que George Peter Munrdock (1975) llamó “hábitos de acción” y “hábitos de pensamiento”. En tantos lo primero incluye las conductas fácilmente observables y técnicas de manipulación de objetos materiales, los segundos se infieren de sus expresiones de lenguaje y otras conductas abiertas, como las creencias religiosas, valores sociales y las expectativas sociales. Los cambios en los patrones culturales se darán cuando “sucede que la conducta social se desvía persistentemente de los hábitos culturales establecidos, el resultado son modificaciones que ocurren primero en las expectativas sociales y después en las costumbres, creencias y las reglas” (Munrdock, 1975:350). Siendo así, los cambios culturales definirán un nuevo esquema de necesidades, generando dinámicas de cambio al irse incorporando elementos relativos a cuestiones de bienestar y las formas de relacionarse con la naturaleza, que son precisamente los que le van a dar sentido a nuestra discusión teórica. Históricamente se suscitan hechos que desencadenan efectos negativos, llevando a replantear el modelo de crecimiento y desarrollo económico, y considerar una conciencia ambiental colectiva. La alarma ambientalista se generó en un contexto de desigualdades sociales y regionales, con intereses económicos y poderes en conflicto. Se suponía que los problemas causados por la expansión de la industrialización y la urbanización eran propios de países desarrollados, por lo que países llamados del tercer mundo, se consideraban ajenos a problemas ambientales, en tanto que eran señalados como un obstáculo para el desarrollo por sus estructuras obsoletas, tal fue el caso de México y países de centro y sur de América. Siendo así, las características con las que se presentaba lo que se denominaba desarrollo, estaban fuera de control, dando pauta a una discusión de lo perjudicial o benéfico en relación a los recursos de la naturaleza, a los que se les concibe como ajenos a la sociedad en un sentido práctico, pero reconociendo la unidad del material del mundo (Foladori, 2005:88), es decir, como un todo interrelacionado. En este nuevo contexto de mediados del siglo XX, se comenzó a distinguir dos enfoques de discusión: el ecocéntrico y el antropocéntrico. El primero, aunque se enfoca en el medio ambiente y su conservación, desde una perspectiva muy determinada por biólogos y ecólogos que le atribuyen valores intrínsecos a la naturaleza, no deja de ser un enfoque antropológico, en tanto le da importancia a la cultura y las comunidades. El segundo enfoque se destaca por su preocupación de las consecuencias del deterioro ambiental en las condiciones de bienestar y desarrollo en la vida del hombre. Aunque estos enfoques han sido tratados de manera aislada o bien opuesta desde el punto de vista de juicios valorativos y actitudes respecto al medio ambiente y los recursos naturales. Se puede llegar a considerar que se complementan, al comprender elementos interrelacionados, lo cual se destaca en el contenido de los siguientes capítulos. Historicemos con detalle estos enfoques. Enfoque Ecocéntrico La corriente ecologista conservacionista o sustentabilidad fuerte, visualizaba la crisis ambiental de forma ecocéntrista. En 1949, en la obra Ética en la tierra, Aldo Leopold planteaba que la conservación es un estado de armonía entre el hombre y la tierra, y se necesitaba una educación de la conservación más fuerte. Pero la cantidad y la calidad estaban en debate, dando origen a la discusión en función de que las obligaciones carecen de significado si no hay conciencia social; y el problema que encaramos es cómo ampliar la conciencia social desde las personas hasta la tierra (Foladori, 2005). El enfoque ecocentrista considera que “la naturaleza existe por su valor en sí, y no fundamentalmente para que el hombre lo transforme” (Balbuena, 2012:42), si esto es así, los árboles, las plantas no tienen un valor por la utilidad que pueda restar al hombre sino por ser un bien natural, que en la vida y el práctica debería ser respetado y protegido. Dicho respeto y protección implica que los seres humanos tengan conciencia ambiental. Históricamente la conciencia ambiental se empezó a percibir a principios de los setenta con los movimientos ecologistas, se buscaba un nuevo estilo de vida y alternativas a la sociedad industrial y consumista. Los estudios y análisis de problemas ambientales se profundizan y la conciencia colectiva manifiesta un pensamiento crítico y transformador. El noruego Arne Naess (2001) fue el primero en plantear una plataforma de principios generales, los cuales llevan implícita la necesidad de la conciencia ambiental colectiva y profunda: 1. El bienestar y florecimiento de la vida humana y no humana en la tierra tiene valor en sí misma (sinónimo: valor intrínseco, valor inherente). 2. La riqueza y diversidad de las formas humanas contribuyen a la realización de estos valores y también son valores en sí mismos. 3. Los humanos no tienen derecho a reducir la riqueza y diversidad, excepto en caso de satisfacer necesidades humanas vitales. 4. El florecimiento de la vida humana y de las culturas es compatible con una población humana substancialmente menor. El florecimiento de la vida no humana requiere tal disminución. 5. La interferencia humana actual con el mundo no-humano es excesiva, y esta situación está empeorando rápidamente. 6. Por lo tanto las políticas tienen que cambiar. Estas políticas afectan la economía básica, y las estructuras tecnológicas e ideológicas. El resultado será profundamente diferente a lo que sucede en el presente. 7. El cambio ideológico se refiere más bien a una apreciación de la calidad de vida (relacionado con situaciones de valores inherentes) más que con la adhesión a un estándar de vida cada vez más superior. 8. Quienes suscriben los puntos precedentes tienen la obligación de tratar de implementar, directa o indirectamente, los cambios necesarios (Idem:23). Estos principios pueden ser pensados no solo como una invitación únicamente a una mayor conciencia ambiental, sino a una conciencia social, en el sentido que le da al bienestar de la vida y las culturas. Aunque han pasado treinta años de que fueron publicados, no están ajenos a la realidad presente, y como bien planteó Naess “…así como los pájaros construyen distintos tipos de nidos en diferentes habitats, así también las culturas humanas que crecen en sitios ecológicos respetando sus valores inherentes, desarrollan diversas formas de prácticas, tecnologías y orden social” (2001:24). Lo interesante en los planteamientos anteriores es que se coloca la crisis ambiental como la contradicción entre el crecimiento de una economía industrializada y una ecología amenazada enmarcada por la falta de conciencia ambiental y social, las cuales se traducen a la idea de que existen valores intrínsecos en la naturaleza que en mayor o menor medida los seres humanos los practican en sus formas de vida, formando parte de su identidad y caracterizando el paisaje que los rodea. La naturaleza es proveedora por sí sola, con ecosistemas que son capaces de restablecer equilibrios como una lucha constante con las prácticas de un sistema capitalista depredador e influyente en las formas de vida del ser humano, con una cultura cimentada en valores que demarcan la interacción con una naturaleza prodiga y de elementos identitarios en torno a ella y el paisaje, valorando la bondad de la misma. Estos argumentos ponen en evidencia una naturaleza con valores intrínsecos y a un sistema que al momento de satisfacer necesidades influyen degenerativamente o regenerativamente en la práctica social. Enfoque Antropocéntrico Políticamente es una propuesta hegemónica de desarrollo sustentable con crecimiento económico y límites para la conservación de los entornos y recursos naturales. Reconoce que existen problemas entre el desarrollo capitalista y el medio ambiente, pero posibles de ser mejorados con políticas específicas. Aunque se buscaba un terreno común para plantear una política que permitiera la diferencia de interés de los diversos actores, se planteó una estrategia política para la sustentabilidad ecológica como condición de sobrevivencia para el género humano (Leff, 2007). En tales condiciones la noción de sustentabilidad se había divulgado como parte del discurso oficial y del lenguaje común. Se distinguen tres grupos: los ecodesarrollistas, los que están a favor del ecologismo social y los marxistas. Con esta retórica, debemos considerar que el concepto de sustentabilidad proclama políticas que pretenden conducir a un equilibrio ecológico y social, dando el justo valor a la naturaleza y a la cultura. Esta consideración ha generado conflictos socioambientales que emergen de los derechos culturales y las luchas por la apropiación de la naturaleza. Por lo que los discursos y las políticas de sustentabilidad han sido considerados como nuevas perspectivas que son permeadas por intereses en torno a la apropiación de la naturaleza. Sin embargo, el discurso de la sustentabilidad se inscribe en una política de representación que subraya las complejidades de los procesos naturales y destruye las identidades culturales en el intento de adaptarlas a una estrategia de poder para la apropiación de la naturaleza como fuente de riqueza. Los conflictos ambientales abren un proceso de diferenciación de fuerzas y procesos, en un “…campo estratégico heterogéneo donde se mezclan intereses sociales, significaciones culturales y procesos materiales que configuran diferentes racionalidades, donde lo ecológico puede quedar subordinado a demandas de autonomía cultural y democracia política” (Leff, 2007:65). Dicho así, implica una resistencia cultural como salvaguarda de formas de vida y la protección del medio ambiente, como un proceso de reapropiación de su territorio, sus ecosistemas y del patrimonio de recursos naturales de poblaciones indígenas. Esto ha llevado a que la conceptualización del desarrollo haya ido cambiando dependiendo de las variables históricas, culturales y políticas, llegando así al concepto de desarrollo sustentable, como una respuesta a la problematización de la naturaleza. Los argumentos antropocéntricos planteados, engloban dos aspectos fundamentales: primero, las formas en que satisfacen y modifican sus necesidades que nos remite a la teoría de las necesidades humanas de Abraham Maslow (Elizalde, 2006), en la que la satisfacción de las necesidades generan necesidades más altas o de un nivel superior. Un segundo aspecto es la trasmisión de saberes, conocimientos y creencias y las relaciones de poder que determinan el uso y manejo de los recursos naturales, es decir los sistemas socioculturales, los cuales según Marvin Harris (1994), están integrados por tres categorías que se retroalimentan entre sí: la infraestructura, la estructura y superestructura. Con los enfoques expuestos, ecocéntricos y antropocéntricos; podemos plantear que si bien se debe apreciar los beneficios que nos brindan los recursos naturales, también se requiere tomar en cuenta los valores intrínsecos de la naturaleza, por lo que resultarían complementarios. Dado que las orientaciones de las prácticas y creencias de las sociedades están impregnadas en mayor o menor medida de estos enfoques, en la búsqueda constante de equilibrios sociales y ambientales, dependerá del deseo de contribuir al bien o interés colectivo y de la incorporación de valores a las acciones (Suárez, 2007), permitiendo con ello una correlación positiva entre lo humano, la naturaleza y los patrones culturales de las poblaciones, de forma tal que lo ecocéntrico y lo antropocéntrico se correlacionan de una forma holística biocultural. UN SISTEMA DE RELACIONES Con estas consideraciones iniciales, este estudio pretende conocer las características o cualidades sociales, culturales y ambientales de la comunidad y extraer conclusiones, con una serie de conceptos que son parte de diversas disciplinas que se relacionan entre sí por lo que lo hace un estudio analítico de corte interdisciplinario, situado en una comunidad con una perspectiva micro que vincula procesos más amplios en otras escalas, regionales meso, nacionales y globales. El trabajo etnográfico resulta fundamental para distinguir la forma de vida construida histórica y geográficamente de Lacanja Chansayab, poniendo en relevancia la relación de la cultura y la naturaleza, a través de las manifestaciones de formas de acceso y apropiación de esta última. La construcción de un sistema de valores y significados que dan forma a una visión comunitaria de racionalidad ecológica que influye en las formas de relacionarse con los distintos actores sociales. Para estas tareas se consideró en un primer momento, un estudiorealizado entre los años 2010 y 2011, que describe de forma general aspectos sociales, económicos, culturales y políticos de la Lacanja Chansayab como referencia de algunos cambios en las formas de vida de la población. Posteriormente a partir del 2012 se programaron periodos de estancia en la comunidad para la aplicación de técnicas etnográficas: 2 historias de vida, 16 entrevistas abiertas, observación participante y observación microsociológica durante 12 estancias en la comunidad (Corbetta, 2007). Para la aplicación de estas técnicas se definieron objetivos y espacios focalizados. La observación microsociológica y participante fue dirigida a las viviendas, organización familiar, las milpas, los campamentos, puntos de elaboración y venta de artesanías, organización comunitaria, producción de traspatio, senderos y parte del territorio de la selva lacandona que rodea a Lacanja Chansayab. Las entrevistas abiertas fueron dirigidas a 5 lacandones comuneros, 2 excomisariados, 1miembro del consejo de vigilancia y 7 mujeres habitantes de Lacanja Chansayab ( 5 lacandonas y 2 no lacandonas). Para fines de esta tesis, el análisis requiere los enfoques que han permeado las políticas ambientales del Estado mexicano, enmarañadas con los discursos de sustentabilidad y, que pueden conducir a planes de desarrollo con vacíos en las directrices del uso y manejo de recursos naturales. Generalmente los planes de desarrollo nacionales, son diseñados en miras a atender las necesidades y los problemas que atenten contra el bienestar de una población; como lo son: el Plan de Desarrollo 2001-2006, denominado Acciones Hoy para el México de Mañana, que puso en relevancia el desarrollo humano y social, crecimiento con calidad, orden y respeto; el Plan de Desarrollo 2007-2012, que tuvo como premisa básica la búsqueda del desarrollo humano sustentable; y; el Plan de Desarrollo 2013-2019, que busca elevar la calidad de vida de las familias mexicanas. De los planes nacionales de desarrollo se derivaban los planes estatales de desarrollo. En este sentido el Plan de Desarrollo del Estado de Chiapas en esos periodos, ha procurado atender la dimensión social y ecológica, a partir de una concepción hegemónica de bienestar, lo ha podido resultar ajena a las condiciones y significaciones locales, que en comunidades como Lacanja Chansayab, puede concebirse en términos de la relación hombre-naturaleza. La interacción hombre-naturaleza va más allá de una simple descripción, se requiere de un análisis de profundidad para conocer las formas como se presentan estas interacciones al interior de la comunidad de Lacanja Chansayab, en la que las visiones ecocéntricas y antropocéntricas no están separadas, sino que requieren ser consideradas como un todo, e integrar una visión holística. En este sentido, existen elementos sociales, económicos, políticos y ambientales que se integran dando forma a una red de relaciones o interconexiones que estarán permeadas de la visión ecocéntrica y antropocéntrica, conjugándose y balanceándose en las formas de vida de Lacanja Chansayab. Es una red de relaciones integrando un sistema basado en la forma en que los seres humanos satisfacen sus necesidades y las jerarquizan. Hevia Elizalde señala que “…las concepciones tradicionales consideran las necesidades como infinitas, ilimitadas y siempre cambiantes. Si la necesidad es entendida así, asume un carácter de infinitud que se retroalimenta a sí misma, ya que cada necesidad satisfecha hace surgir muchas otras que será necesario realizar” (2006:1). Los seres humanos orientan sus prácticas y creencias a satisfacer sus necesidades motivadas, según Abraham Maslow (1975), por el deseo, las ansias o las carencias, y que de acuerdo a la intensidad de éstas, establecerán una jerarquía de necesidades. Estas necesidades según los planteamientos de Maslow, se clasifican en dos grupos, las necesidades deficitarias o inferiores y las necesidades de desarrollo o superiores. Las primeras son déficits o carencias, son las necesidades básicas para la supervivencia, por lo que se consideran más intensas que las superiores. En tanto, las necesidades superiores se relacionan con el desarrollo y la autorrealización, tendiendo a perderse por influencias exógenas. Las necesidades guardaran una jerarquía en orden ascendente; de lo inferior a lo superior, de lo objetivo a lo subjetivo, de las necesidades de una orden inferior a las de un orden más elevado. Las formas en que se satisfacen estas necesidades y se fomenta el tránsito hacia otras, coloca en la balanza la visión ecocéntrica y la antropocéntrica, impregnando un conjunto de relaciones bióticas y socioculturales que entretejen las formas de vida de la sociedad y su relación con su entorno natural. Estas visiones balancean la satisfacción de necesidades humanas con la apropiación adecuada de los recursos naturales de una forma dinámica y metabólica, es decir, las formas de satisfacer las necesidades y de apropiación de los recursos naturales se reproducen y pueden responder a estímulos, como los programas de gobierno o cambios de poder y, que holísticamente pueden generar reacciones degenerativas y/o regenerativas en las sociedades. Las formas de satisfacer las necesidades y de apropiación de los recursos naturales caracterizaran los procesos de adaptación y supervivencia de la sociedad, y es lo que determinará la infraestructura de la sociedad. Estos procesos influirán en las formas de organización familiar, doméstica, y política, con patrones de orden social y político, estableciendo la estructura de la sociedad. La estructura determina las representaciones cognitivas, culturales y de conductas manifestando sus procesos ideológicos y simbólicos, es decir la superestructura. Estos argumentos se basan en los postulados del materialismo cultural de Marvin Harris (2004), que tiene como objetivo constituir una estrategia que permita formular grupos relacionados de teorías de amplio alcance y aplicabilidad, de tal forma que la hipótesis de investigación implique un conjunto de variables demográficas, tecnológicas, económicas y ambientales de tipo etic y conductual. El enfoque metodológico etic(fonetic), hará referencia a la percepción de los datos recogidos por el observador, situándose fuera de la cultura estudiada, es decir, el modo de ver las cosas desde la ciencia a través de un investigador (Davinson, 2007:37), por tanto, es objetivo. Siguiendo a Ward H. Goodenough (1971), de la suma de elementos etic se desprenderá la descripción émica de comportamientos socialmente significativos (sean éstos lingüísticos o culturales), es decir, desde el punto de vista emic (fonemic), se trabajará con los elementos socio-culturales del grupo emisor de los datos recogidos, es decir, con las distinciones significativas de las personas en su propio hábitat (Davinson, 2007:37) implicados en la conceptualización y descripción de los componentes émicos originarios de tal sistema de comportamiento. Los planteamientos de Marvin Harris consderan que los sistemas socioculturales se definen en un patrón universal que contiene tres niveles:El primer nivel (Infraestructura) es el que se compone de las actividades etic y conductuales mediante las cuales toda sociedad satisface los requisitos mínimos de subsistencia (modo de producción) y regula el crecimiento demográfico (modo de reproducción). El segundo nivel (Estructura), está constituido por las actividades económicas y políticas de tipo etic y conductual mediante las cuales toda sociedad se organiza en grupos que distribuyen, regulan e intercambian bienes y trabajo. Se puede hablar de economías domésticas o economías políticas como componentes universales en el nivel estructural, según que el foco de organización se centre en los grupos domésticos o en las relaciones internas y externas de la sociedad global. Por último, el tercer nivel (Superestructura), está integrado por la conducta y pensamiento dedicados a actividades artísticas, lúdicas, religiosas e intelectuales junto con todos los aspectos mentales y emic de la estructura e infraestructura de una cultura. (2004:7).De forma tal, que metodológicamente para el estudio de sistemas socioculturales, un análisis con enfoques de tipo emic y etic, permite integrar y relacionar conceptos de forma holística. Bajo estas consideraciones, se constituye una red en la que confluyen elementos ecocéntricos y antropocéntricos generando dinámicas en los procesos (adaptación, supervivencia, organización y orden, ideológicos y simbólicos), que rigen las formas en que una población satisface y jerarquiza sus necesidades y, se relaciona con la naturaleza; las cuales pueden transformarse, eliminarse, o renovarse, retroalimentándose como un sistema holístico biocultural ESTRUCTURA DE LA TESIS Esta tesis se presenta en dos partes en las que se exponen los elementos necesarios que permiten analizar las formas de articulación de las políticas ambientales del Estado mexicano con la dimensión biocultural del desarrollo social en Lacanja Chansayab, una de las subcomunidades lacandonas de la selva de Chiapas. La Primera Parte, Comunidad, Naturaleza y Cultura, comprende dos capítulos de contextualización. En el primer capítulo, Lacanja Chansayab,se pretende dar cuenta de la historia y cultura de la población de Lacanja Chansayab y las formas en que la población realiza la apropiación de la naturaleza. Destacando en un primer momento sus referentes históricos como comunidad y territorio. Para fines de este estudio, la contextualización de Lacanja Chansayab, requiere la presentación de elementos que describen la interacción hombre-naturaleza. Para este apartado nos apoyaremos en historias orales, los resultados de investigación de campo, y en los trabajos realizados por Jan de Vos (1987, 1988), Frans Bloom, Gertrude Duby (1944), Odile Marion (1999), Philippe Descola (1988), Ignacio J. March (1998), Pablo Muench (2008) y José Enrique Eroza Solana (2006), así como en fuentes oficiales como el Diario Oficial de la Federación (1972), la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (2014), el Instituto Nacional para el Federalismo y Desarrollo Municipal (19941) y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (2014). En el segundo capítulo, Política ambiental, desarrollo social y cultura, desde el marco de la política ambiental, se intenta abordar los enfoques de racionalidad ecológica que han encausado las políticas ambientales en el plano mundial y nacional y su relación con el desarrollo social. Así, se plantea cómo las políticas ambientales atienden la diversidad cultural y territorial, sus formas y condiciones de la aplicación de las políticas ambientales. Para nuestros fines de estudio en este capítulo nos apoyaremos en los planes nacionales de desarrollo del gobierno mexicano: 2001-2006, 2007-2012 y 2013-2018; fundamentando el análisis en planteamientos de autores como Eckart Boegue (2008), Rada Dyson (1978), Guillermo Foladori (2001), Kay Milton (1997), Edgar Morín (1983), Elizabeth Cashdan (1991), Almo Farina (2011), Eduardo Gudynas (1991), Anita Kelles (2008), Plillips Kottak (2004), Enrique Leff (2007), Arne Naess (2001), Mario Rabey (1987) , Niana Pierri (2005), Oliviery Rodstrom (1999), Victor Toledo (1990) y Andreu Viola (2004). La Segunda Parte, Comunidad, Bioculturalidad y Sustentabilidad está integrada por los dos últimos capítulos. El tercer capítulo, Transversalidad cultural y pertinencia de la política ambiental, tiene como objetivo el análisis antropocéntrico y ecocéntrico basado en la bioculturalidad en Lacanja Chansayab para determinar posibles contradicciones conflictos y resistencias locales. El cuarto capítulo, Más allá de las racionalidades ecológicas, pretende señalar las contradicciones o no de las racionalidades ecológicas planteadas por las políticas ambientales del Estado mexicano, sus posibles encrucijadas desde el marco de la sustentabilidad, así como las consecuencias que se derivan entorno a la bioculturalidad y el desarrollo. A modo de conclusión, las dimensiones sociales y ecológicas de las políticas ambientales son abordadas bajo una visión de equilibrio, sustentabilidad y bien común; con la cultura como eje transversal. Como complemento a las conclusiones se expondrán recomendaciones puntuales en torno a ellas. Además, a manera de ilustración se presentan anexos metodológico, documentales y la bibliografía.