La metáfora como mecanismo de valoraciónaproximación al estudio de las estrategias lingüísticas de expresión de la actitud en la interacción oral
- Carmen Marimón Llorca Zuzendaria
Defentsa unibertsitatea: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante
Fecha de defensa: 2014(e)ko azaroa-(a)k 21
- Dolores Azorín Fernández Presidentea
- Antonio Briz Gómez Idazkaria
- Giovanni Adamo Kidea
Mota: Tesia
Laburpena
El objeto de estudio principal de la presente tesis doctoral es la metáfora como mecanismo de valoración en la interacción oral. La función básica del lenguaje como "instrumento social" es la comunicación; por lo tanto, el discurso no representa solo un estado de cosas o una descripción de hechos, situaciones o acontecimientos, sino que está influenciado directamente por el tipo de interacción entre emisor y receptor en un contexto determinado. En el marco de esa interacción, las emociones desempeñan un papel fundamental ya que recogen los pensamientos y valoraciones del hablante hacia otros individuos o entidades, situación que evidencia en mayor o menor medida la actitud del emisor que desembocará en diversas reacciones por parte de los restantes interlocutores. Para llevar a cabo dicho trabajo se ha recopilado un muestrario de 234 intercambios orales de los siguientes corpus del español: el COVJA (Azorín y Jiménez, 1997), el Corpus de conversaciones coloquiales de Briz y el grupo Val.Es.Co. (2002) y el CREA. Gracias a este muestrario se ha comprobado el modo en que los hablantes utilizan la metáfora como recurso valorativo en la interacción oral, tanto a la hora de expresar los sentimientos o emociones de los mismos en un plano personal como en relación a otras personas o grupos, objetos, situaciones o hechos particulares. Así pues, la tesis ha quedado organizada en dos partes: la primera establece los fundamentos teóricos sobre los que se asienta este trabajo, es decir, la interacción oral, la modalidad (hasta los desarrollos actuales sobre la evaluación en el lenguaje) y la metáfora; la segunda recoge el análisis del uso de la metáfora como mecanismo evaluativo en interacciones orales con el fin de establecer una tipología de usos, valores y estrategias que nos permitan conocer más sobre los recursos utilizados por los hablantes para imprimir subjetividad a su discurso. En el capítulo 1 se tratará el conjunto de características específicas del discurso oral, con especial atención a puntos esenciales como la situación de enunciación o los rasgos de la conversación espontánea, hasta llegar a la muestra más natural del habla en toda comunidad lingüística, es decir, el discurso oral coloquial (Briz, 1998:33-34). Hasta el momento, los análisis planteados respecto a la valoración en el discurso se han basado fundamentalmente en muestras de la lengua escrita, lo que ha derivado en un enfoque determinado en el tratamiento de los índices lingüísticos englobados en la modalización de un texto; sin embargo, dichas unidades funcionan y adquieren valores en la conversación, a veces de una forma involuntaria y espontánea, por lo que consideramos necesario establecer una descripción del registro oral informal o coloquial a partir de los siguientes parámetros: "lo coloquial" (nombre y definición), registro oral y contexto de uso, además de la caracterización del registro coloquial mediante el comentario de los rasgos de carácter fonético, léxico y morfosintáctico. En el capítulo 2 consideramos necesario realizar un recorrido por la modalidad en la Lingüística como aspecto del lenguaje que abarca la actitud que el emisor imprime en sus enunciados y en la expresión verbal de los mismos. Aunque el tratamiento de la modalidad se remonta a la Filosofía y la Lógica Clásicas, su estudio en el plano lingüístico es deudor principalmente de tres teorías fundamentales dentro de su vertiente más contemporánea. En primer lugar, hablamos de la Teoría de la Enunciación iniciada por E. Benveniste (1971) para quien los sujetos actúan como centros comunicativos y ejes deícticos, además de cumplir funciones simultáneas ya que estos son capaces de hablar, dejarse ver en el discurso y apropiarse a su modo del lenguaje. En segundo lugar, la teoría de Charles Bally (1937, 1941) se vincula a las nociones clásicas de dictum como proceso lógico de la representación y el modus como el análisis que el sujeto realiza de dicha representación o contenido proposicional (dichos conceptos serían facetas distintas de significación dentro de la oración o enunciado). En tercer lugar, la Teoría de los Actos de Habla de Austin (1959) y Searle (1986) afirma que cuando realizamos un acto de habla ¿estamos haciendo algo más que emitir sonidos, estamos imprimiendo a nuestro enunciado una determinada fuerza ilocucionaria en la que codificamos lingüísticamente nuestra intención comunicativa¿ (Marimón, 2008:85). A día de hoy, aunque no existe unanimidad con respecto a una propuesta de definición unívoca de modalidad, la mayoría de autores parecen estar de acuerdo en mayor o menor grado en una clasificación de esta partiendo de tres criterios básicos: enunciación, enunciado, subjetividad (Otaola, 1988:120). La modalidad de enunciación engloba la actitud general del hablante y la relación que existe entre los sujetos participantes de la enunciación (Grande, 2002:92-93). Este tipo de modalidad deriva de la Pragmática y de la Teoría de los Actos de Habla, determinando así el acto de enunciación dominante y su expresión a través de la elección de una determinada modalidad oracional (enunciativa, interrogativa, exhortativa, desiderativa y exclamativa). Por otro lado, derivada de la Lógica Clásica, la modalidad de enunciado destaca el hecho de que los hablantes a la hora de organizar sus discursos pueden del mismo modo manifestarse en cuatro al grado de obligatoriedad, conocimientos o preferencia que les une con sus propios enunciados (García Calvo, 1958:341). Hablamos en este caso de tres bloques de modalidad (Cervoni, 1987:87): alética relacionada con lo necesario/posible y con la verdad/falsedad de una proposición; epistémica asignada al saber y a los grados de conocimiento y certeza que el autor vierte en el contenido de su discurso; deóntica vinculada con el deber y con la necesidad expresada por el sujeto hablante. En el caso de la modalidad como expresión de la subjetividad, esta implica los procedimientos de modalización mediante los cuales el hablante se inscribe en su propio discurso anclando su texto en unas determinadas coordenadas espacio-temporales e implicándose con un grado de compromiso determinado en sus enunciados (Kerbat-Orecchioni, 1986:76). Grande (2002:52-54) habla de la modalidad apreciativa como medio de expresión de la subjetividad en la medida en que el hablante asocia los juicios de valor que incluye en sus enunciados con ámbitos valorativos como lo útil, lo triste, lo bello, lo agradable¿ Puede ser de carácter afectivo (reacción emocional del sujeto hablante: deseo, temor, ilusión., etc.) o evaluativo en la medida en que la enunciación se formula en términos de verdadero/falso/incierto o en términos axiológicos basados en la dualidad clásica bueno/malo (Kerbat-Orecchioni, 1986:75). Una distinta visión de la modalidad la ofrece la Lingüística Sistémico Funcional (LFS); esta, iniciada por Michael Halliday (1978, 1985), conforma una de las tradiciones más reconocidas y respetadas por los especialistas en el Análisis del Discurso al estar orientada a estudiar el lenguaje en su contexto social. Halliday (1985:34) afirma que el objetivo fundamental de la Lingüística es el funcionamiento de una lengua y su papel dentro de una cultura, de un mundo social o de situaciones particulares o específicas que fundamentan su uso. Por ello no es vinculante analizar ¿errores gramaticales¿ o cuestiones estilísticas, ni tampoco proponer reglas para una ¿correcta¿ utilización de la lengua, sino ofrecer una serie de resultados que marquen las distintas herramientas que el hablante utiliza libremente para crear y gestionar su discurso, y así considerar qué opciones ha desechado dentro del amplio abanico disponible en el sistema lingüístico (Halliday, 2009:55). El tratamiento de la modalidad en la orientación sistémico-funcional viene dado en la denominada ¿Teoría de la Valoración¿ al hilo del estudio de los significados interpersonales. Esta teoría iniciada por los autores J. R. Martin y P. R. R. White (2005) propone un marco donde se conjunta el análisis de los procedimientos evaluativos de la lengua con la vertiente del registro relacionada con este modo de significar, el tenor, que establece tres variables estructurales básicas: poder, afecto y modo. Se trata de un planteamiento del estudio del significado interpersonal no como un simple intercambio de enunciados entre interlocutores, sino como un ámbito donde las conexiones van más allá mediante la observación de la evaluación y la subjetividad en el lenguaje como un fenómeno que permite situar al hablante en relación con contextos socio-ideológicos específicos (Bednarek y Martin, 2010:74). La Teoría de la Valoración se ocupa de los recursos lingüísticos por medio de los cuales los interlocutores llegan a expresar, negociar y naturalizar determinadas posiciones intersubjetivas y, en última instancia, ideológicas (White, 2001:14). Es decir, se ocupa de los significados que hacen variar los términos del compromiso del hablante con sus emisiones, es decir, que modifican lo que está en juego en la relación interpersonal, tanto en las emisiones individuales como en lo que se acumula a medida que el texto permanece en progresión (Bednarek, 2010b:411). La Teoría de la Valoración está fundamentada en tres variables que se interrelacionan a la hora de "negociar sentimientos" en una situación comunicativa (Hood y Martin, 2006:79): el compromiso vinculado al grado de relación que el hablante establece con respecto al enunciado que emite; la gradación como sistema transversal encargado de medir la fuerza y el foco de los contenidos, los procesos o la propia actitud; la actitud asociada al valor o la valoración que los hablantes asignamos a los procesos o participantes, dividido a su vez en el afecto o "las emociones", el juicio o "lo ético" y la apreciación o "lo estético". De ahí surge el objetivo principal de nuestro trabajo: el estudio de los procedimientos lingüísticos de evaluación a partir de la propuesta de la LSF y, en concreto, del sistema de la actitud en relación directa con los valores de afecto, juicio y apreciación. En el capítulo 3, y una vez centrado nuestro interés en la actitud como estrategia de evaluación en el discurso oral mediante la expresión de emociones, juicios o apreciaciones, dentro de la amplísima serie de recursos que pueden expresar valoración en el texto nos hemos decantado por el lenguaje figurado, adoptando una perspectiva nueva en el enfoque de estos procedimientos a partir de la "actitud" dentro de la Teoría de la Valoración. Mecanismos como la metáfora, la metonimia, la hipérbole o el lenguaje prefabricado evidencian ya de por sí una intencionalidad del locutor que juega con el lenguaje para acercarse a su interlocutor; en nuestro caso, hemos centrado nuestro análisis en la metáfora, procedimiento ya de por sí cargado de subjetividad que, en el ámbito de las estrategias actitudinales de valoración y los significados interpersonales en la interacción oral, nos ofrecerá una nueva e interesante visión alejada de las concepciones de los mecanismos tropológicos basados en la retórica clásica y fundamentados, principalmente, en textos escritos (Díaz, 1990:155). Por ello, el objetivo básico de este capítulo es realizar un recorrido en la caracterización y las diversas tipologías de la metáfora, mediante el comentario de teorías de carácter literario, cognitivista, semántico, pragmático y psicológico para así explicar su formación, esquema estructural y significado. - METODOLOGÍA Y DESARROLLO PRÁCTICO La segunda parte de la tesis recoge el análisis de las metáforas evaluativas en los corpus orales que hemos trabajado. Para ello, fijamos cuatro capítulos de este trabajo para describir cómo funciona la evaluación transmitida por la metáfora en la conversación oral y coloquial. El capítulo 4 se centra tanto en la metodología empleada como en los datos manejados en esta tesis; de ahí que estudiemos la representatividad de los tres corpus utilizados, es decir, el COVJA (Azorín y Jiménez, 1997), el Corpus de conversaciones coloquiales de Briz y el grupo Val.Es.Co. (2002) y el CREA. De los dos primeros se ha extraído la mayoría de intercambios orales tratada en nuestra recopilación, mientras que el CREA se ha utilizado como un corpus de referencia complementario, debido a la gran cantidad de muestras que presenta (del mismo modo, especificamos en este capítulo otras fuentes utilizadas, junto al CREA, a modo de complemento a nuestra compilación textual). De la totalidad del material de los corpus analizados se han identificado 234 muestras en las que aparecen 250 metáforas con contenido evaluativo. A la hora de tratar cada uno de estos fragmentos, se ha utilizado un modelo de análisis para abordar el tratamiento de la metáfora en relación al cotexto inmediato, a los valores transmitidos y a los interlocutores que participan en el proceso evaluativo. Los criterios que conforman este modelo, explicados en este capítulo, son los siguientes: la situación o localización, el tópico conversacional, la meta, la estrategia discursiva, los recursos lingüísticos, el proceso metafórico y la adscripción del mismo a la dimensión evaluativa. Esta plantilla de análisis para el tratamiento de la metáfora con base valorativa nos permite señalar cómo hemos abordado de un modo minucioso cada una de las ocurrencias extraídas del corpus y, consecuentemente, cómo hemos obtenido información útil en relación a la relevancia de la valoración en la interacción conversacional. En el capítulo 5 se inicia el análisis textual de las muestras conversacionales recogidas a partir del conjunto de corpus descrito en el capítulo anterior; para ello, comenzamos con el tratamiento del primer estadio de la valoración actitudinal, el "afecto", como el tipo de evaluación que los interlocutores utilizan para evidenciar su disposición emocional o expresar las respuestas emocionales de terceros hacia personas, cosas, situaciones o eventos (White, 2001:11). Las metáforas capaces de transmitir los valores adscritos a esta dimensión evaluativa quedarán organizadas en tres grandes grupos, donde las emociones afectivas se distribuyen en valores positivos y negativos (Eggins y Slade, 1997:101): "satisfacción e insatisfacción" (realizarme como persona, estar muy quemado), "seguridad e inseguridad" (ser una roca, estoy en época de crisis total) y "felicidad e infelicidad" (yo creo que la vida es ilusión, todos vamos al hoyo). En el capítulo 6 trataremos las metáforas inscritas en la categoría actitudinal del "juicio", esto es, el conjunto de significados útiles que el hablante emplea para evaluar el comportamiento humano, a partir de normas o expectativas sociales específicas (Thompson, 2014:56). Por lo tanto, el juicio es el subsistema de la actitud que recoge las evaluaciones que atañen al propio hablante (en los casos de "autojuicio") o afectan a otras personas, grupos, instituciones o comunidades. Este capítulo es el más extenso del bloque práctico y analítico, debido a la relevancia que los interlocutores dan a las evaluaciones de juicio a partir de la doble vertiente "juicios de estima social" y "juicios de sanción social". Los juicios de estima social expresan evaluaciones en las que la persona juzgada dispondrá de una estimación más alta o más baja en su comunidad. Este tipo de valoración no posee implicaciones legales o morales, por lo que los valores negativos de estima social no serán considerados como crímenes o atentados a un núcleo social, sino como críticas al comportamiento de un individuo, grupo o entidad (Bednarek, 2006b:199-200). Esta tipología de juicio puede dividirse en tres tipos de categoría (Martin y White, 2005:53): la normalidad plasma cómo son de habituales, rutinarios o inusuales los modos de actuar del individuo (será que soy una cosa rara, está un poco más en la Edad Media); la capacidad propicia valoraciones sobre la competencia, la habilidad o la ineficiencia de la persona a la hora de llevar a cabo una actividad (está hecho un artista, son más listos que el hambre, es un desecho intelectual); la tenacidad implica evaluaciones vinculadas con la responsabilidad, la disposición emocional o las intenciones del individuo juzgado cuando quiere o acomete un hecho particular (no hay que tirar la toalla por las buenas, estaba muy desconectada de todo el mundo, es un cabezón de la hostia). En los juicios de sanción social entran en juego las reglas o regulaciones de una comunidad, codificadas de un modo explícito por la cultura. Estas reglas están relacionadas con la verdad y la moralidad (Bednarek, 2008c:20), por lo que esta tipología de juicio se divide en dos vertientes claras (Martin y White, 2005:54): la veracidad, que mide cuán honesta es la persona (no intentan meterte una idea en la cabeza, es un boloso nato), y la integridad moral, que evidencia cuán ética es la actitud del individuo (todo lo que hay en ti de ángel, lo que quiere es tenerte esclavizada). En el capítulo 7 analizamos las metáforas vinculadas a la dimensión evaluativa de la "apreciación" como subsistema de la actitud que recoge los sentimientos humanos hacia productos, procesos y entidades. Con este tipo de valor se estiman artefactos, textos, constructos abstractos como planes y políticas, objetos naturales o manufacturados y personas cuando se evalúan como entidades, y no como humanos con conducta propia (Martin, 2000:159). La apreciación, como el juicio, se relaciona con la institucionalización de los sentimientos, de acuerdo a las normas sobre cómo deben ser evaluados los objetos y los procesos a partir de una vertiente positiva y otra negativa (Thompson, 2014:56-59). También ambas categorías de la actitud se relacionan en la medida en que su orientación se fija en la entidad valorada y no en el sujeto que realiza tal evaluación. Tres variables son las principales en la apreciación (Martin y White, 2005:54): la reacción o el tipo de impacto causado por la entidad particular (serás un imán para las mujeres, eso era un peñazo), junto a los grados de calidad de la misma (los botones son como perlas o cristales, es la familia monster); la composición o la percepción de la proporción por parte del individuo, en un marco de equilibrio y complejidad del objeto evaluado (te va a costar un ojo de la cara, me quedaré hecha un estropajo; debe ser pan comido, son temas más recónditos u oscuros); la valuación como la medida de la relevancia social de la entidad valorada (la carrera que más te puede abrir la mente, el término clase social es una ficción absoluta, es la moto de los Picapiedras). Por último, el capítulo 8 está dedicado a los resultados finales del análisis de la metáfora como procedimiento evaluativo a partir de las tres vertientes principales tratadas a lo largo de nuestro trabajo: las dimensiones valorativas, tipologías de metáfora y relevancia de este mecanismo en la interacción oral. Este último apartado finaliza con unas conclusiones globales que incluyen una propuesta de líneas de investigación alternativas cuyo objetivo es abrir nuevas vías hacia futuros trabajos sobre la evaluación en el lenguaje. Añadimos también dos anexos que recogen, por un lado, la taxonomía completa de los recursos metafóricos valorativos tratados en este trabajo y, por otro, los sistemas de transcripción del Alcore, proyecto que incluye el COVJA, y del Corpus de conversaciones coloquiales de Briz y el grupo Val.Es.Co. - CONCLUSIÓN A modo de conclusión, proponer un tratamiento de la metáfora ligado a las estrategias de valoración referidas a la actitud, a partir del análisis de un corpus de muestras orales reales de la lengua española, supone una nueva perspectiva que parte de la Teoría de la Valoración (apenas trabajada en español) y permanece enfocada en el lenguaje figurado como vehículo para expresar la actitud de los interlocutores, con el fin de evidenciar cómo los interlocutores (mediante el aprovechamiento del sistema de opciones de la lengua y de las muy diferentes maneras de presentar informaciones similares) en la interacción oral modifican continuamente los significados interpersonales imprimiendo sus emociones o valorando a personas, objetos o hechos dentro del marco de lo ético y del juicio.