Relação entre a afetividade e a inteligência emocional no desenvolvimendo de condutas dos jovens adolescentes

  1. dos Santos Lopes dos Santos, Ana Cristina
Dirigida por:
  1. Juan Carlos Marzo Campos Director/a
  2. José Antonio García del Castillo Rodríguez Director/a

Universidad de defensa: Universidad Miguel Hernández de Elche

Fecha de defensa: 11 de diciembre de 2014

Tribunal:
  1. Francisco Javier Méndez Carrillo Presidente/a
  2. José Pedro Espada Sánchez Secretario/a
  3. Paulo Azevedo Dias Vocal
  4. José Miguel Latorre Postigo Vocal
  5. Carmen López Sánchez Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

Las emociones no solo son mecanismos indispensables para la supervivencia de los organismos (Darwin, 1859), sino también procesos adaptativos capaces de motivar la conducta, y facilitar la toma de decisiones o influir en la determinación final de la conducta humana (Plutchik, 2003; Toby y Cosmides, 1990). Este trabajo tiene como objetivo estudiar el afectividad en los jóvenes relacionándola con las habilidades y dificultades de las dimensiones de la inteligencia emocional y su peso en el desarrollo cognitivo y emocional. Se ha analizado si la inteligencia emocional media entre los afectos y las fuerzas/dificultades comportamentales-cognitivas, realizándose comparaciones tanto por sexo como por tipo de estudios. Se evaluaron las capacidades afectivas (PANAS-N), inteligencia emocional (TEIQue-AFF) y las habilidades-dificultades (SDQ). Se utilizó una muestra de estudiantes compuesta al final por 696 alumnos (404 chicas, 292 chicos), con edades comprendidas entre los 13-18 años. Para comprobar la hipótesis se realizaron comparaciones de medias, utilizando el paquete estadístico SPSS, así como un modelo causal, con el paquete AMOS, donde se analizó el papel mediador de la inteligencia emocional entre el afecto, la expresividad emocional y los problemas de comportamiento. Los principales resultados muestran que la calidad de la afectividad (positiva frente a la negativa) tiene influencia en las habilidades/dificultades de los jóvenes, así como en su bienestar como un factor de la inteligencia emocional. El afecto positivo se relaciona con la percepción de bienestar y la conducta pro-social, el afecto negativo se correlaciona negativamente con la percepción de bienestar, problemas de conducta y hiperactividad/desatención. El afecto positivo y la emotividad se relacionan negativamente con los síntomas emocionales, mientras que el afecto negativo se relacione positivamente. Ambos afectos tienen efectos sobre la externalización de comportamientos en la adolescencia. Existe una relación positiva de causa-efecto entre el afecto positivo y la conducta pro-social y una relación negativa de causa-efecto entre el afecto positivo y los síntomas emocionales, y entre el afecto positivo y los problemas de conducta. Existe una relación de causa-efecto entre el afecto negativo y los síntomas emocionales, entre el afecto negativo y la hiperactividad/desatención y entre el afecto negativo y los problemas de conducta. Los análisis muestran diferencias entre la expresión emocional y la afectividad en niños y niñas. Las jóvenes se perciben con niveles más elevados de expresión de las emociones, empatía-rasgo y relaciones sociales, niveles más altos de comportamiento pro-social y niveles más elevados de afectos negativos y síntomas emocionales. A su vez, los jóvenes se atribuyen niveles más altos de expresión de gestión del estrés y regulación de las emociones (autocontrol) y niveles más altos de mentiras, robos y peleas (problemas de conducta). Además también se presentaron diferencias en las puntuaciones en función de si los estudiantes eran de bachiller o FP. Los estudiantes de cursos de ciencias se asignan niveles mayores de emotividad. A su vez los alumnos de cursos de formación profesional se perciben con niveles más elevados de mentiras, robos y peleas (problemas de comportamiento). Los resultados de este estudio, indican que los afectos tienen efecto en expresión emocional de conductas proactivas o disruptivas así como en sintomatología emocional, lo que implica la necesidad de programas educativos para promover el comportamiento emocionalmente inteligente en los jóvenes, sobre todo, para la promoción de una futura sociedad de adultos saludables, positivos y proactivos.